domingo, 18 de noviembre de 2012

ANTOLOGIA DE TEXTOS PARA COMENTAR ( I )

ANTOLOGIA DE TEXTOS PARA COMENTAR

TEXTO 1.-  “Sátiras “
Como se sabe, Martín Amis ha aconsejado a la administración laborista instalar en las calles del Reino Unido cabinas donde los ancianos podrían poner fin a su penosa e inútil existencia, si así lo deseasen, ingiriendo dosis gratuitas de martini envenenado, con o sin guinda. ABC recogía la noticia esta misma semana, a la vez que se hacía eco de la indignación que ha levantado tanto la propuesta del escritor británico como su advertencia de que, en caso de no llevarse aquélla a la práctica, las ciudades se verán anegadas en breve por muchedumbres de horribles vejestorios
enloquecidos. A mí, escandalizarse por esto me parece sencillamente de hipócritas.
Porque lo que Amis ha perpetrado no es un crimen, sino una soberbia sátira en la tradición de Jonathan Swift, que recomendaba, como solución para terminar con el hambre en Irlanda, comerse a los niños de los prolíficos labradores católicos de la isla, preparados al chilindrón y con guarnición de patata autóctona. Aunque anglicano, el dublinés Swift no pretendía exterminar niños papistas, sino llamar la atención de sus lectores británicos hacia la miserable situación de la población rural irlandesa mediante una parábola salvaje y tremebunda. El hecho de que, un siglo después, Irlanda se despoblase a consecuencia de la peor hambruna registrada en la Europa moderna demuestra que pinchó en hueso.
Martín Amis no es sólo uno de los mejores escritores vivos de lengua inglesa, sino un moralista de antología y un luchador insobornable contra todo atisbo de tiranía o totalitarismo, en la estela del mejor Orwell. (…)
Detrás de la provocación de Amis se adivina al autor de la saga viajera de Gulliver, pero también el Borges de “Utopía de un hombre que está cansado”, relato sobre un mundo próspero, igualitario y nihilista donde sus habitantes, al llegar a la vejez, se encaminan voluntariamente hacia la cámara letal inventada por “un filántropo cuyo nombre, creo, era Adolfo Hitler”.
Ahora que los demógrafos nos predicen una Europa achacosa para dentro de treinta años (…), la parábola gamberra del escritor inglés saca la discusión del terreno de la planificación burocrática y la lleva a donde le corresponde, a un presente (…) que pone a los viejos ante la alternativa de convertirse en objeto de beneficencia o en objeto de resentimiento por parte de frondas juveniles, ávidas y sindicalizadas, como se está comprobando ya en España ante las tentativas políticas de prolongar la edad laboral.
La insolencia de Amis resulta tan feroz como valiente y oportuna, aunque, como siempre, cuando un dedo señala la catástrofe, los imbéciles
se apresuran a amputarle la yema.
       
                                                                                J. Juaristi, ABC, enero de 2010
TEXTO 2.- “Voluntarios”
Los menores de 30 años confían en el asociacionismo y el voluntariado para participar en cambios sociales rápidos y palpables.
En pleno centro de Madrid, un grupo de jóvenes que representa a la ONG ACNUR asalta a quienes los quieran oír. Les cuentan los problemas que padecen miles de refugiados por todo el mundo y lo fácil que es poner un granito de arena para intentar solucionarlos: menos de 10 euros al mes. La mayoría pasa de largo sin detenerse; otros los escuchan por educación y se marchan sin contribuir. Pero después de un fin de semana de trabajo, cada joven consigue convencer a alrededor de media docena de personas para que colaboren con los refugiados. A tenor de las encuestas sobre valores de la sociedad, si quienes estuvieran en esa calle reclutando donativos fuesen miembros de partidos políticos, se quedarían lejos de esa cifra. Y su éxito sería todavía mucho menor entre los jóvenes, cuyo desapego de la política crece a pasos agigantados. Las ONG son su referente, según el informe Juventud en España 2008. Son un medio para aprovechar su tiempo, para reconfortase, para sentir que hacen algo útil Pero el tercer sector es más que eso. Dice el sociólogo Félix Requena:” Un dictador de la salud de la democracia”.
Si atendemos a los números, la salud no es mala, aunque venimos de una tradición asociativa, muy inferior a otros países de nuestro entorno. La participación en ONG viene creciendo sin parar en los últimos años. Las plataformas que las agrupan no tienen datos de 2008 y puntualizan que trabajan en un sector muy fraccionado donde es difícil hacer cálculos globales. Sin embargo, casi todas manejan cifras parecidas: más de un millón de personas trabajan como voluntarios en España, y alrededor de cinco millones aportan dinero en mayor o menor cuantía a alguna ONG.
                                                                  PABLO LINDE:   El País, enero de 2009

TEXTO 3.-
 Cuanto más caro es un producto, más envoltorio contiene, más lazos, más cartón, más papeles… Más basura, en definitiva. Cuando la crisis  empieza a sentirse en las economías de muchos hogares madrileños, lo primero que empieza a adelgazarse es el cubo de la basura. Los expertos aseguran que, en estos tiempos de vacas flacas, se agudiza el ingenio y bien se tira menos al contenedor o bien lo que se compra es mucho más barato y con menos envoltorios superficial de lo habitual.
Solo en la ciudad de Madrid, los residuos recogidos por los servicios municipales han descendido, en el mes de agosto, un 3,13€ respecto al mismo periodo del año 2007, siendo este descenso de hasta 6,18%, en los distritos de la almendra central. En este adelgazamiento de los contenedores, se incluyen todos los tipos de residuos, desde los depósitos de vidrio a los de papel, envases y basura orgánica.
La crisis económica y el descenso del consumo también se ha hecho patente en el número de visitantes que durante este año acudieron a los puntos limpios municipales, (…) Dese agosto de 2007, el número de desechos que han sido trasladados a estas instalaciones ha bajado casi un 10%, concretamente un 9,4%. Los expertos advierten que el reciclaje y las reparaciones, aunque sean caras y con fecha de caducidad, se han convertido en las opciones más que recurribles para los consumidores. 
                                                                    Carmen Serna. EL MUNDO,19/9/2008
TEXTO 4.-  “Sonrisas “
Los poderosos están condenados a pasarse la vida viendo dentaduras. A fin de cuentas, el éxito no es más que eso: contemplar cómo te sonríe todo el mundo y no cesa nunca de enseñarte las muelas.(…) Desde que se levanta hasta que se acuesta, el poderoso no hace sino generar alrededor sonrisas de sumisión, de gratitud, de interés, de codicia o de traición. Solo los muy resabiados aciertan a distinguir a simple vista qué clase de pasión se esconde detrás de cada dentadura abierta, lo mismo que el dentista adivina enseguida la muela averiada con solo pasar un espejo por el interior de la boca. Cualquier mortal nace entre sonrisas, pero, a medida que crece, aquellas que recibió de niño en la cuna de forma gratuita, debida al amor de la familia, comienzan a apagarse, y a determinada edad desaparecen del todo. Hay gente con mala fortuna que a lo largo de su vida solo verá los colmillos del jefe cuando le gruña como un mastín; en cambio, algunos privilegiados serán recibidos con una rueda de dentaduras resplandecientes a dondequiera que vayan, algo que sucederá ineludiblemente mientras tengan éxito o poder. Aquí radica el nudo de la cuestión. Los grandes artistas arden en la hoguera de la propia vanidad y las sonrisas sirven para avivar las llamas. Los banqueros han aprendido por instinto a conocer a los tiburones y cocodrilos que se acercan sonriendo a su despacho. Son de la misma especie y saben cómo defenderse Pero no ocurre lo mismo con los líderes políticos, que en este sentido son seres indefensos. En el poder o en la oposición están condenados a contemplar a su alrededor más dentaduras que un dentista y al final corren el riesgo de no saber distinguir las auténticas de las postizas. Un político inteligente es aquel que desde el primer momento descubre la sonrisa que desarrollará los colmillos de Drácula a la espera morderle la yugular un día.
                                                                          Manuel Vicent,  El País,  1/6/ 2008
TEXTO 5.-  “El árbitro.”
 
Se ha dicho que el partido de fútbol ideal es aquel que se gana con un penalti injusto fuera del tiempo reglamentario. El error constituye la esencia de este deporte, generalmente aburrido, que utiliza la mayor parte de los noventa minutos de juego en un insulso peloteo en medio del campo, carente de emoción. Solo el error clamoroso del árbitro es capaz de encender el fuego en las gradas, que al día siguiente llenará de disputas, de burlas y de gritos las oficinas y las barras de los bares. Aparte de esto, es el único deporte que muestra ante el público el vigor de un veredicto inapelable. En la vida ordinaria cualquier acción ante la justicia tiene posibilidad de recurso. El delito tiene mil formas de escabullirse o de aplazar la sentencia y el agravio puede tardar años en ser reparado. Solo en el fútbol sucede un hecho ejemplar. A estos futbolistas de élite, divos multimillonarios con novias espectaculares, con escudería de ferraris y maseratis, miles de fanáticos que les piden autógrafos y niñas adolescentes que se arañan el rostro al verlos de cerca y se agolpan para arrancarles los botones y llevárselos de recuerdo, he aquí que un árbitro, ante una simple protesta, les muestra la tarjeta roja, les manda a la caseta y ellos agachan la cabeza y obedecen. Solo en el fútbol sucede que el acta redactada por el árbitro, en general, sea la primera y última instancia acatada por las autoridades deportivas. De otro lado, el árbitro concierta todas las iras del público y asume los insultos, blasfemias y desplantes que el subordinado no puede lanzar contra su jefe en la oficina o en la fábrica. Cuantos más errores cometa el árbitro más limpios y purificados por dentro salen del campo los espectadores al final del partido. Me gustaban más los árbitros cuando vestían de negro. Ese atuendo era más acorde con el efecto expiatorio que tienen atribuido por la sociedad. Hay partidarios de introducir la tecnología en el terreno de juego, pero si el fútbol es un deporte todavía excitante se debe al elemento irracional que introduce el árbitro con esa sensación de que su error en el penalti puede desencadenar un cataclismo en el universo. No hay nada más ejemplar que esta justicia expeditiva: error, tarjeta roja y a la calle. Atrévase usted a hacer eso con su jefe.
                                                                             Manuel Vicent, EL PAÍS 04/07/2010

TEXTO 6.-  “Selectividad.”
Los resultados de la prueba de selectividad de este año revelan, al menos en Cataluña, que la media de alumnos ha obtenido un suspenso en matemáticas aplicadas, en ciencias sociales, en lengua y literatura, en física y química. La estadística de que dispongo no indica qué asignatura es un coladero de tal calibre que ha permitido que el 87% de los alumnos presentados haya aprobado con una nota media de 5,8.
El fenómeno no es nuevo ni nos pilla desprevenidos y las voces que reiteran la gravedad de la situación lo hacen con aire desesperanzado. El mundo es cada día más competitivo y nosotros más incompetentes. Supongo que se refieren a nuestra incompetencia en el terreno de la ciencia y la tecnología, cosa que a mí me preocupa poco. Que la mayoría no pase el examen de química tiene una importancia relativa. Sólo se necesita un número determinado de químicos para atender las necesidades de la comunidad. Al resto nos basta con saber que el detergente de la lavadora no debe ingerirse.
Más preocupante es el pobre resultado obtenido por los estudiantes en el apartado de lengua, porque considero importantísimo que todo el mundo sea capaz de entender y expresar de palabra y por escrito ideas que vayan más allá de lo visceral y lo estrictamente deportivo, y esto, aunque nadie lo crea, sólo se aprende estudiando. Pensar que una cosa es hablar y escribir y otra distinta la gramática es un error muy extendido. Para comprobarlo sólo hay que acudir a los medios de difusión, donde advertirá que, aparte de algunos profesionales, el ciudadano se expresa como un protozoo. En el lenguaje oral, los gritos y los desplantes, algunos acentos locales, la imitación de defectos físicos y un casticismo barato disimulan la magnitud de la catástrofe. Por escrito, ni eso. Frente a esta situación, los políticos encogen sus anchos hombros. La enseñanza es un problema insoluble: alumnos reacios, profesores deprimidos, presupuesto insuficiente y un plan de estudios enmarañado e ineficaz. Sí, el resultado es malo, pero otros años fue peor. El mismo razonamiento que se aplica, por estas mismas fechas, a los incendios forestales. Y expuesto con un rigor y una elocuencia que en la prueba de selectividad sacaría, con suerte, un 3 pelado.
MENDOZA, Eduardo. EL PAÍS, 12-VII-2004.


TEXTO 7.- “Ceguera”
Ahora que el dolor y los nombres de los heridos y los muertos dejan paso a las preguntas, la necesidad de explicaciones y las reparaciones, ahora, que es el momento para que hablen los políticos y los gobernantes (y no antes, cuando la atención y las medidas debían centrarse en las víctimas), ahora es el tiempo para reflexionar sobre los porqués. No el mayor y más desgarrador, por qué a esa hora, por qué ese hombre, esa muchacha, por qué el fin de una vida joven y sin culpas mayores. No existe razón para ninguno de esos doscientos muertos, ni para la amputación bárbara de pies y manos, ni para el recuerdo perenne de los vagones retorcidos. No la hay, salvo que la vida es imprevisible y cruel pese a nuestras construcciones imaginarias y nuestros consuelos de rutina y tranquilidad, que sabemos que habrá un fin pero no tenemos el menor poder para preverlo o atenuarlo.
   Sin embargo, si como algunas de las pruebas apuntan, como la mayor parte de los diarios internacionales parecen creer, nos encontramos frente a un atentado islamista, habrá otros porqués; los terroristas habrán pasado por alto las manifestaciones populares, el no a la guerra de hace un año, para vengarse de la decisión política que se tomó sin escuchar el rechazo general, y eso nos los hará aún más crueles y sanguinarios. Como españoles, la mayor parte de nosotros podíamos comprender el odio y el ataque a los estadounidenses, no hacia nosotros. Pero nada real hicimos para detener esa guerra. No exigimos un referéndum, no se paralizó el país durante días, ni siquiera se censuró esa política en las elecciones municipales. Quizás porque la catarsis de las manifestaciones masivas nos dejó satisfechos, quizás porque tradicionalmente somos un pueblo pasivo, resignado a los tejemanejes políticos y poco participativos.
Quizás porque las posibilidades de inversión en Afganistán e Iraq eran tan interesantes que no se podía prestar atención a ninguna queja. Fuimos parte agresora en esa guerra, con una actitud muy similar a la de los americanos; lamentábamos las víctimas, pero se libraba lejos de nuestro territorio. Y la percepción de sentirnos en contra, de habernos mostrado en contra, nos hacía desvincularnos de las decisiones políticas, como si los españoles que colaboraban con Inglaterra y EE UU no fuéramos nosotros.  Lo éramos, y al participar en esas matanzas nos pusimos en peligro. Nunca se entra en una guerra impunemente. Nada puede justificar una muerte, pero por ello mismo todas las muertes son iguales. La del afgano y la del Pozo. La del niño iraquí y la del bebé número 199.

   No nos lo merecíamos, pero no somos una sociedad inocente. Sí ciega, sí poco reflexiva, sí ensoberbecida con nuestros pequeños logros en el mundo. Michael Moore, en sus dos ensayos sobre la política estadounidense habla de cómo los americanos no acaban de entender por qué el resto del mundo les odia. Nosotros, al parecer, tampoco lo comprendemos: por desgracia, por nuestra culpa, tienen muchas razones.
                                                                                                  Espido Freire (LA RAZÓN)

TEXTO 8.-  “ Desgracias ”
Por raro y anacrónico que parezca, hay desgracias a las que, por alguna postura, se les escapa un halo positivo. Y está llegando el momento en que todos tengamos que bendecir aquel aciago momento de triste recuerdo en que las primeras manchas de malhadado fuel empezaron a mancillar las playas gallegas. Gracias a las desgracias de mariscadores, marineros y percebeiros, el hundimiento de una gabarra en la Bahía de Algeciras se ha convertido en noticia de primera magnitud, ha concentrado a políticos de todas las administraciones, alertado a los técnicos y puesto a prueba todas las medidas de seguridad habidas y por haber. Gracias a las desgracias del pueblo gallego, los gobiernos centrales y andaluz han empezado a ver la realidad que se oculta tras los vaticinios de ecologistas y ayuntamientos campo gibraltareños sobre la peligrosa sombra que se cierne sobre las aguas del Estrecho.

    Gracias a las desgracias que padecen la flora y la fauna de la Costa de la Muerte, se está atendiendo con preocupación a las decenas de aves que cada año aparecen muertas en las costas andaluzas, se empieza a observar la degradación medioambiental que sufren nuestros fondos marinos y se otea con desvelo el horizonte para certificar que el alquitrán también mancha nuestras orillas hace décadas. Y mire usted por dónde que hasta para emular desgracias hemos tenido suerte: porque no se ha escapado el fuel de los tanques de la embarcación, porque sólo está a medio centenar de metros de profundidad, porque el lugar donde se hundió la gabarra es el mejor de todo el Estrecho y, además, llueve sobre mojado...
    Pero qué pena más grande que la atención a la degradación medioambiental, la prevención ante acontecimientos contaminantes, las sanciones a los desalmados armadores, y las ayudas a esas zonas dejadas de la mano de Dios, sólo lleguen después de una desgracia de las proporciones del «Prestige», el «Venamagna» o el «Spabunker IV». Qué pena haber tenido que sufrir...
                                                                                                 Mar Correa, ABC


TEXTO  9.-   “Profesores”
Confundir horas lectivas con horas de trabajo no es gratuito, es una manera de contribuir al lugar común de que los profesores trabajan poco. Tampoco es nuevo: siempre que se trata de estrechar los derechos laborales en la enseñanza alguien deja caer, como de manera inocente, que los docentes de la educación pública gozan de más ventajas que el resto de los trabajadores. Por más que se informe sobre los desafíos a los que se enfrenta un profesor en nuestros días, siempre habrá un buen ciudadano que llame a la radio o escriba al periódico para informar, por ejemplo, de las largas vacaciones que disfrutan los maestros. Es un clásico. A los políticos se les llena la boca con que no hay inversión más útil en nuestro país que la destinada a educación, hasta que un día se ponen a hacer números y empiezan por ahí: prescindiendo de interinos y poniendo sobre los hombros de cada trabajador dos horas más.
Explicar que ser profesor no consiste solo en dar clase debería de ser innecesario. ¿Qué consideración se les tiene a los docentes si se extiende esa idea? El profesor enseña, pero también corrige, ha de preparar sus clases, perder un tiempo precioso en absurdos requerimientos burocráticos y, en ocasiones, hacer labores de trabajador social. La educación requiere ahora más energía que nunca y no es infrecuente que el enseñante desarrolle patologías físicas o psíquicas. Su trabajo cansa, es más duro que muchos de los trabajos que nosotros realizamos. Los niños y los adolescentes son grandes devoradores de la energía adulta. Los escritores que hemos visitado colegios e institutos lo sabemos: dos horas dando una charla ante una vampírica muchachada te dejan para el arrastre.
¿Cómo pretenden los responsables del injustificable derroche autonómico que se comprenda que el sacrificio ha de comenzar por los que ya están sacrificados?
                                                                                       Elvira Lindo  ( 07/09/2011)
TEXTO  10.-   “De subidas y bajadas.”
“El precio de la gasolina supera los 1,30 euros por primera vez”, “¿Y si empeora la crisis petrolífera?”, “Agricultores, aerolíneas, taxis y autobuses, atrapados por el aumento de costes”… estos son algunos de los titulares y entradillas de artículos publicados en las últimas semanas en diarios como El País, El Mundo y La Vanguardia. Es tan sólo una pequeña muestra, nada alentadora. La palabra optimismo es la primera ausente. Y tampoco me olvido de otros titulares que apuntan a desgastar aún más al Gobierno como ‘El PSOE ha tumbado tres ‘leyes‘de ahorro energético en los últimos 5 años‘ o ‘España, a la cola de la eficiencia energética’.
Desde luego que medidas como la reducción de la velocidad máxima a 110 Kms/h en autovías y autopistas no ayudan a la percepción de que se esté llevando a cabo una buena gestión desde el Gobierno por lo impopular e injustificado a priori de una medida que afecta de manera indiscriminada a los conductores de los cerca de 30 millones de vehículos con que cuenta nuestro parque móvil. Las decisiones de un Estado paternalista nunca llevan a buen puerto. Sí, nosotros elegimos a nuestros representantes y ellos deben tomar decisiones y actuar en consecuencia procurando siempre por el beneficio de todos; sin embargo, algo sigue rechinando en nuestro sistema democrático cuando se adoptan medidas que se perciben como censoras, prohibitivas y que coartan nuestra libertad.
Las asociaciones ecologistas están encantadas con las últimas actuaciones del Gobierno. Muchas de ellas reivindican un mayor control de la circulación desde hace décadas. No en vano, sus exigencias van más allá -ven estas medidas algo blandas- y piden mayores restricciones al tráfico rodado en ciudades y en carretera. Y no les falta razón. La reducción de sólo 10kms/h en carrera tiene un impacto beneficioso en el medioambiente que vendan cómo nos lo vendan es ridículo. Como ya todos sabemos a estas alturas de la partida, quien más y quien menos ha pasado por el proceso de compra de coche, todos los vehículos consumen más en ciudad que en carretera. Basta elegir cualquier catálogo para poder comparar datos: 7l/100 en ciudad, 6l/100 en carretera, etc. Todo ello en un escenario ideal. Luego depende de la orografía -el consumo puede ser 0l/100 descendiendo un puerto-, de las ráfagas de viento, del estado de la carretera, de los neumáticos…
Conclusión, ridículo. Con la única salvedad de la duda. ¿Acaso el Gobierno maneja información en la que no contemos con predicciones de futuro halagüeñas? Porque esto explicaría que se hable ya de esos tres niveles de alerta que maneja el Gobierno por si empeora la crisis petrolera. Entre los niveles y medidas estarían las “interrupciones temporales del suministro” e incluso el “racionamiento de la demanda”. Evidentemente, estas medidas sí que beneficiarían al medioambiente, ahora que este no sería el principal motivo por el que se adoptarían. Lo cual me lleva a la última reflexión que no es otra que: sólo en el hipotético caso de que la situación ante la que nos encontramos sea muy gris, si no negra, y cuyo conocimiento tendría el Gobierno, justificaría estas medidas restrictivas. Es más, si llegamos a ese nivel 2 o nivel 3, podríamos preguntarnos si realmente fueron eficaces las medidas ahora adoptadas, como la reducción de velocidad que, según los lectores de El Reservado, ya ha sido rechazada en un 75%. Sólo así tendría sentido.
                                                    Martín Expósito,  (05 -3 – 2011 ), El Reservado.


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